El sueño de la Trapera (1968-69).

El sueño trapera     La Trapera

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 "EL SUEÑO DE LA TRAPERA" (1968-69)

¡Una genial obra de juventud de Juan C. Carmona!                         

Cada uno de los cuadros surrealistas de Carmona tienen un delirante componente onírico derivado de las imágenes generadas en sus sueños, retenidas en su memoria y recreadas en sus pinturas.

Esta espectacular obra de juventud, realizada entre los 17 y los 18 años de edad, recrea el sueño obsesivamente repetitivo de Encarna, “La Trapera”, vecina suya del madrileño barrio de Carabanchel Bajo, plasmándolo de manera magistral rodeado de elementos fálicos y contenidos propios de la impronta creativa y vivencial de su autor.

El bien y el mal se muestran claramente definidos en su composición mediante la expresión de sus personajes, como la pequeña bruja o el ser de apariencia diabólica que con su sobredimensionado y amenazante falo alude al aspecto más negativo y posesivo del sexo, usando para ello tonos verdosos oscuros, traspasados también al cadavérico y monstruoso rostro que surge a la derecha del cuadro. Seres tétricos inmersos en una amplia gama cromática plena de luz y de vida.

En este sentido, tanto “La Trapera” como su simbólico vestido andrajoso. de palpitante color rojo, flotan en un universo poblado por fantásticos seres ávidos de deseo y libertad... El repetitivo sueño de “La Trapera”, que añora engendrar un hijo varón, se materializa en el feto situado en el centro de la composición formando parte de su volátil vestido, mientras que la mirada de “Leona”, la gata de “La Trapera” permanece anclada en su propio mundo de "pensamientos felinos".

Carmona queda autorretratado en la parte inferior de la pintura observádonos con sonrisa sardónica, coronada su testa por la cabeza de un águila, simbolizando la libertad, cualidad inherente a su propia naturaleza, al tiempo que su cuerpo se trasforma en un enorme símbolo fálico de salvaje y bello colorido, aludiendo a la parte positiva de la sexualidad, tan presente a lo largo de su su vida y encauzada como parte primordial de las relaciones humanas.

La ingenuidad y la inocencia toman forma en el rostro de una pequeña niña, situada a la derecha inferior del cuadro, y como contrapunto, en el mismo plano a la izquierda, surge un inquietante rostro, mezcla de perplejidad y cretinismo, cuya cornamenta y actitud burlesca guardan estrecha relación con la figura diabólica de la composición.

Esta obra se salvó de milagro junto con la titulada “El Hijo de Pandora” (1967-68) (cuestión ya expuesta en el artículo dedicado a dicha creación). Y en ese lote de objetos, apareció otro de sus numerosos librillos autobiográficos: “La Tecnología ha reemplazado a Dios”(1971-1972)", narrativa autobiográfica de parte de sus vivencias manuscritas durante su juventud en diferentes librillos y cuadernos, que incluyen gran variedad de dibujos como el de "La Trapera" (mostrado en imagen), recopilado gran parte de ello en su autobiografía  El Talento Oculto, 

Su relación con ella queda referida en uno de sus apartados, así como la forma de componer este cuadro, dejando constancia, de puño y letra, de su calidad humana y artística forjada desde temprana edad, tal y como queda reflejado en este extracto donde la “voz” de un joven y genial pintor queda impresa para la posteridad:

LOS TRAPEROS:

“Estoy pintando un cuadro gigante en una sábana fuerte de gran formato… Estoy pintando a la Trapera como si estuviese en el espacio rodeada de planetas y cosas raras porque me dice que tiene ese sueño muchas veces y no sabe qué es lo que significa.

Lo estoy pintando en casa de mi amigo el pintor apodado “Diez Pesetas” y lo he grapado a la pared de mi habitación… Es una pintura extraña; la estoy pintando como si estuviese en éxtasis, pero sólo la cabeza de ella sobre un vestido “colorao” viejo que más parece un trapo. Llevo ya pintado casi medio cuadro; tiene un trabajo enorme y es como muy surrealista. El Eladio, [también pintor y amigo de Diez Pesetas] cuando me vio que lo estaba pintando me dijo que estaba quedando precioso; que era una pintura de museo. Llevo veinte días con ello; creo que lo acabaré para el mes que viene a mediados porque pinto muy rápido. Cuando lo acabe se lo llevaré al “Nani” para que lo vea, pero no se lo pienso vender y después lo colgaré en la casa de “Diez Pesetas”, en la parte de arriba que hay otro salón y lo dejaré como muestra para futuros clientes.

Cuando Fernando, “El Hombre de los Perros”, lo vea le va a encantar. Estoy deseando acabarlo para poder enseñárselo. Es un hombre muy culto y educado, me aprecia como si fuese su hijo y me ayuda sin ningún tipo de interés. Confía mucho en mí; dice que tengo un enorme talento pero que no sé sacar provecho porque soy muy primitivo, y como no me gusta ni el dinero ni la fama, lo hago por el placer de pintar. ¡Eso sí!, cada vez pinto más cuadros de esos abstractos… Para eso no se necesita talento y me los quitan de las manos los turistas de la Plaza Mayor y los del Paseo del Prado.

Hasta que no acabe el cuadro no se lo enseñaré a la Trapera ni a su hija; quiero que la sorpresa sea lo más fuerte posible. La cara de ella la estoy pintando de perfil de una foto que cogí de su álbum; el parecido es extraordinario; lo único que cambia es la expresión de éxtasis que muestra su rostro. Cuando me contó ese sueño tan repetitivo lo fui anotando en un papel para después pasarlo en imágenes. En el sueño, por lo visto, ella se nota como suspendida en el Universo rodeada de planetas, de extraños seres y sobre todo de un ser que intenta besarla pero no es humano, más bien parece una quimera, algo mitológico difícil de definir. Dice que el sueño le gusta; se siente liberada de la Tierra y de la mala gente que la puebla, sobre todo las que la envidian y critican por su excéntrica vestimenta y sus opiniones certeras y cargadas de verdades. Por eso me interesó mucho lo del sueño para poder llevarlo al lienzo. Creo que lo suyo es obsesivo, sobre todo cuando me decía que deseaba tener un niño, pero nunca lo consiguió, sólo tiene a su hija Eva y en el sueño siempre le aparece un feto dentro de una membrana que se posa sobre un vestido “colorao”, pero que no es su cuerpo, el cual parece flotar en el espacio.

Este cuadro va a ser el más bonito de todos los surrealistas que he pintado hasta ahora, pero me falta todavía mucha técnica virtuosa para poder llevar a cabo este sensacional y enorme cuadro, pues todo me lo estoy inventando según ella me va explicando las formas y los colores, pero estoy dispuesto a llevar a cabo esta colosal empresa pictórica, pues aunque reconozco que todavía me queda mucho que aprender, quiero que se sientan orgullosas de mí y de mi trabajo. Intentaré pintarlo lo mejor posible, así en el futuro podré decir con orgullo que esto lo hice yo y así se verá la evolución comparando este trabajo con los del porvenir”.

  • Fragmento del episodio “Los Traperos” escrito por Carmona en el año 1969 a los 18 años de edad.

Características:

"El sueño de la Trapera" (1968-1969): Obra enmarcada con un marco realizado por su autor.

Pintura plástica industrial sobre una sábana. Medidas: 194,5 x 133 cm.

"La tecnología ha reemplazado a Dios" (1972): Pintura de la portada del librillo cartoné, manuscrito por Juan Carmona entre los años 1971 y 1972, perteneciente a su época de juventud: Consta de 114 páginas incluyendo 12 dibujos de retratos de personajes cercanos al pintor, más la pintura de su portada.  

Pintura plástica industrial sobre cartón duro. Medidas: 16,5 x 24,5 cm.

"Encarna, La Trapera de Carabanchel Bajo" (1969): Dibujo del natural, realizado con bolígrafo negro sobre papel, perteneciente al librillo cartoné titulado "La tecnología ha reemplazado a Dios" (1971-72). Medidas: 15,5 x 23,5 cm.

Autor: Juan Castro Carmona “El Sevillano”. (Firma del autor en su época de juventud).