Anatomía de un rebelde (1972)

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"ANATOMÍA DE UN REBELDE". AÑO 1972.

Genial autorretrato del pintor Juan C. Carmona.

Entre esa serie de abundantes autorretratos realizados por Juan C. Carmona en su juventud destaca “Anatomía de un Rebelde” por sus formas rotundas, primitivas y de vital colorido.

Realizado en 1972 a los 21 años de edad, constata a través de la síntesis de sus profundas reflexiones, manuscritas de puño y letra en su pintura, las grandes lacras que arrastra la humanidad.

Por entonces, la contaminación había hecho acto de presencia de manera brutal, pero muy pocos parecían percatarse ello y menos los jóvenes de su generación, por eso sus observaciones y reflexiones son de una clarividencia sin igual.

Urgía subirse al tren del progreso con premura, “consumir-aparentar”; “aparentar-consumir”; construir y construir... Era el círculo vicioso impuesto por el implacable y voraz capitalismo, que sigue manteniéndose vigente hoy en día, generador de las guerras constantes que asolan el planeta Tierra.

Da igual lo que se diga o se escriba al respecto, el ser humano “teledirigido”, automatizado hasta la médula, está condenado a sufrir los nefastos e irreversibles efectos de su pertinaz avaricia, y así siempre será hasta la extinción de la raza humana.

Sólo los espíritus libres y audaces como el de Carmona, provistos de una increíble energía y sólida personalidad, brillan con luz propia aportando a través de su impresionante trabajo y probada generosidad destellos de vida, a esta, por lo general, materialista, egoísta, acomodaticia, pasiva, insensible y, a menudo, despiadada sociedad.

Ese imparable y desenfrenado tren, anteriormente citado, reclamaba la presencia del joven pintor que pudo llegar a ser, dada sus excepcionales y polifacéticas cualidades, uno de los hombres más adinerados y famosos del mundo (léase El Talento Oculto). Sin embargo, pensó: “La vida es tan corta que no me queda tiempo para la ambición”, y  prefirió dejarlo pasar…, viviendo su vida a su manera, con intensidad, para sumergirse en el mundo real de sus sueños reflejándolos con autenticidad en sus sorprendentes y magistrales pinturas que nos invitan a extasiarnos con universos únicos rebosantes de colorido y vitalidad.

Desde que un garabato o un simple brochazo se elevó a la categoría de arte supremo convirtiendo el “arte” en un mero negocio especulativo, las mentes pueriles, fácilmente manipulables, adoptaron con premura la nueva moda implantada por la fulgurante Modernidad en detrimento siempre del verdadero arte, haciéndolo extensible al resto de disciplinas… En consecuencia, hoy en día dada su fácil ejecución, unido a la pérdida del buen gusto, el esfuerzo y la ilusión, cualquiera pinta, cualquiera canta, cualquiera baila… Ya no hay grandes compositores, ni grandes pintores, ni grandes artistas en general...  La repetición y la monotonía están a la orden del día a día, colonizando el espacio en blanco de los cerebros vacíos de esencia y contenido… Al mismo tiempo, que en ese promiscuo océano generador de cuadros a mansalva, las falsificaciones de las obras más encumbradas y cotizadas campean a sus anchas por doquier, inundando el mercado compuesto por falsificadores, marchantes, colecciones privadas, galerías e incluso museos. Esos “santuarios sagrados del arte”, ya sean públicos o particulares, albergan entre sus muros copias falsas consideradas como  originales que jamás saldrán a la luz por ir en contra de sus propios y amañados intereses. Tanto es así, que incluso a Carmona, ya en edad madura, le propusieron reproducir, por una sustanciosa cantidad, varias de estas afamadas pinturas... Finalmente prevaleció su integridad como pintor y rehusó, porque tan sólo auténticos artistas como él salen, antes y ahora, en defensa del genuino arte, cuya degradación corre pareja al acelerado deterioro de los valores humanos y medioambientales, lanzando a través de su inquisitiva mirada, reflejada magistralmente en este autorretrato, su mensaje claro, directo y visceral.

Al mismo tiempo, que perpetúa su percepción filosófica de la vida en esta excepcional pintura, otorgando mayor consistencia y realidad a la famosa máxima de Descartes, muy en boga por aquella época de los años 70, que decía: "Pienso, luego existo" (o "Pienso luego soy") y que Carmona, dando por sentado la esencia y existencia de su propio ser, transformó afirmando categóricamente. “Pienso, luego moriré…”

Sólo el tren de Puzol (Valencia) con su vetusta y potente locomotora escupiendo vapor y humo por los cuatro costados fue su icono predilecto, a la vez que testigo directo y objeto de las múltiples travesuras de este niño-pintor mientras transportaba “viajeros cargados de ilusiones”… (Léase El Talento Oculto)

Características:

Anatomía de un rebelde. Año 1972: (Obra enmarcada con un marco realizado por su autor).  Pintura plástica industrial sobre lienzo. Espátula y pincel.

Medidas: 100 x 150 cm.

Autor: Juan Castro Carmona.